Antes de marzo 2020, muchos vivíamos conscientes de los grandes cambios que nos traía la tecnología, sin embargo, en general no había un uso intenso de ella.
Durante los primeros meses de la continuidad pedagógica, la virtualidad estuvo marcada por los estilos de la presencialidad, que se evidenció por la sobrecarga de lo sincrónico. Se caracterizó por un uso predeterminado de tecnologías educativas: esfuerzo individual de apropiación basado en experiencias previas y adaptación a sus necesidades curriculares.
Hemos aprendido también que la interacción no puede ser solo síncrona porque mantenerla así es insostenible. Hay que descubrir, valorar y aplicar, en el diseño de las propuestas formativas mecanismos asíncronos, entenderlos como partes íntimamente ensamblados en el flujo del proceso educativo.
A modo de titular, quedó evidenciado que la educación virtual, en línea, requiere de una planificación específica.
Es altamente probable que durante el próximo curso académico nos tengamos que enfrentar a una "presencialidad discontinua o intermitente": ¿Qué pasará entonces cuando regresemos a lo presencial?
Coincidimos todos que estaremos en presencia de una educación híbrida. Aunque no todos tenemos una misma visión de lo híbrido, sí acordaremos que pensar en una educación híbrida es pensar en una pedagogía distinta. Un formato híbrido en el que los contextos (presencial y virtual) se mezclan de manera permanente y constante.
La asincronía también hay que aprender a usarla durante el periodo de presencialidad, y así facilitar el cambio de entornos de manera fluida, ágil y flexible.
Cabero (2020) habla de escenarios mixtos que combinen lo presencial con lo virtual, que además establezcan la combinación con otros nuevos contextos formativos, como bien puede ser el del “flipped Classroom”, en los cuales la utilización de las tecnologías se considera clave para su desempeño y desarrollo.
Sangra (2020) en la reciente publicación Decálogo para la mejora de la docencia online, en su artículo de cierre, recomiendo no debemos diseñar, por un lado, los momentos presenciales y, por otro, los no presenciales. (...) urge aplicar el concepto de entorno de 360º también a la realidad digital. Hay que ligar la presencialidad y la virtualidad entre sí, de manera que, cuando convenga, las dos fluyan con absoluta naturalidad.
Agrega también esta idea de suma relevancia, y que nos ha dejado como enseñanza el 2020 respecto a las competencias digitales genuinas de la comunidad educativa en su conjunto:
Es muy importante que durante las clases presenciales se enseñe y se aprenda a utilizar los entornos virtuales de modo eficiente, tanto por parte del grupo docente como de los alumnos (competencia digital discente). Hay que tener presente aquel principio que dice que el aprendizaje no es solo lo que ocurre cuando el docente está mirando.
La descripción del tránsito a esta "nueva" educación híbrida se puede describir en clave de 4 escenarios.
Tres de ellos refieren a la Docencia Remota de Emergencia (DRE), que podemos identificar como los transcurridos durante este 2020:
#1- Debemos diseñar los momentos presenciales y los no presenciales como si fueran un continuo. No debemos diseñar, por un lado, los momentos presenciales y, por otro, los no presenciales: superación definitiva del binomio presencial-virtual.
#2- Gestionar el tiempo de otra forma, con una distribución razonable y sostenible de la sincronía (sea presencial o virtual) y la asincronía. Resignificar el "nuevo" encuentro físico y el espacio de lo virtual. Necesitamos que el “traslado” de los estudiantes hacia el campus universitario adquiera un verdadero sentido de inmersión.
#3- El diseño, como tarea central de la docencia. Redefinir el rol docente como diseñador de experiencias de aprendizaje. Sacar el máximo provecho de los campus virtuales o plataformas. Elaborar el diseño desde una situación de no presencialidad, desde una mirada completamente diferente a como lo venimos haciendo.
Algunos interrogantes que tomo de Hugo Pardo.....
¿La hibridación podría ser el argumento principal para que las universidades desarmen el modelo compartimentado de las asignaturas y ofrezcan múltiples itinerarios de aprendizaje, flexibles y autogestionados por el estudiante? ¿Será la oportunidad definitiva para romper el estigma de que el aprendizaje a distancia es de menor calidad que el presencial?
¿Cómo incorporar el uso intensivo de datos en la educación de una manera eficiente sin que estos datos solo estén en manos de las grandes compañías digitales? ¿Es posible incluir a las universidades iberoamericanas en este nuevo contexto sin que ello implique asumir grandes y costosas inversiones y transformaciones? (Datos encriptados con tecnología Blockchain, por ejemplo).
Más allá de este contexto de emergencia, sabemos que existen dificultades de los docentes y de las universidades en la integración didáctica y apropiación de las herramientas digitales.
Existe una conectividad de tipo tecnológico y otra conceptual, ésta más compleja, que suma aspectos como la privacidad, la gestión de los datos y la accesibilidad.
El esfuerzo de apropiación que tiene por delante la Universidad consiste en poder integrar lo tecnológico, lo cognitivo, lo relacional y lo pedagógico.