La educación a distancia (EaD) constituyó el primer antecedente de una propuesta formativa que planteaba la
ruptura con la presencialidad, buscando ampliar el acceso a la
educación para aquellas personas que, por razones geográficas o de tiempo, no
podían participar en propuestas formales convencionales. Esta modalidad,
inicialmente basada en materiales impresos enviados por correo, con tutorías a
distancia y casi nula posibilidad de interacción entre los participantes, sentó
las bases para repensar los vínculos entre tiempo, espacio y enseñanza.
A partir de los 90, con la incorporación de las TIC e Internet en los procesos educativos, comenzaron a tomar protagonismo los entornos virtuales, plataformas tecnológicas que contaban con la integración de correo electrónico, y herramientas de comunicación e interacción como foros y chats. Esto permitió avanzar en la posibilidad de flexibilizar los tiempos y los espacios en las propuestas formativas, junto al desarrollo de materiales multimediales.
Llegó el 2020 y surgió la educación remota de emergencia, implementada de manera “forzada” durante la pandemia de COVID-19. Resultó un punto de inflexión para explorar nuevas posibilidades y complementar la presencialidad, poniendo en evidencia la necesidad de repensar las estrategias de enseñanza mediadas por entornos virtuales. En este escenario, la videoconferencia comenzó a tomar relevancia, a tal punto que se constituyó en el sustituto de "la clase" pero mediada tecnológicamente, adoptándola como sustituto de la clase y prácticas presenciales, en un contexto de excepcionalidad.
Comenzaron a surgir y circular recomendaciones y orientaciones para atender las prácticas pedagógicas en un entorno sincrónico mediado por una plataforma digital (zoom, meet, teams, por mencionar los más utilizados durante esa época) para encuentros sincrónicos. A modo de ejemplificar estas recomendaciones, comparto la siguiente infografía:
En tiempos de pospandemia, nos encontramos ante un escenario híbrido, que funciona como una metáfora que estructura la formación mediante la combinación de sincronía y asincronía.
¿Qué pasó con la clase presencial?
Definitivamente se vio "intervenida" por la virtualidad y los sistemas de videoconferencias, dando cuenta de una hibridación/combinación de distintas interacciones entre diferentes componentes digitales: con frecuencia -especialmente por cuestiones de contorno como ser paros, marchas sindicales, reducción del número de estudiantes en una clase, indisponibilidad del docente o de los estudiantes para trasladarse físicamente- recurrimos a la videoconferencia en "reemplazo" a la presencialidad.
En el ámbito Universitario Argentino, la última Resolución 2599/23 establece que las actividades formativas sincrónicas, mediadas con tecnologías digitales (de videoconferencia o similares), se considerarán como instancias presenciales toda vez que quede garantizado que:
- Los estudiantes puedan participar de la sincronía con visibilidad y sonido de calidad;
- La institución universitaria cuente con un espacio áulico al cual puedan concurrir los/as estudiantes que manifiesten dificultades con la disponibilidad de dispositivos o de conectividad;
- El espacio áulico, destinado al efecto de la clase sincrónica, esté dotado de dispositivos, conectividad y demás condiciones que permitan la normal interacción entre los participantes;
- No existan limitantes de otra naturaleza que impidan que el 100% de los/as estudiantes puedan participar de la clase sincrónica.
Con esta normativa las clases sincrónicas por videoconferencia en una materia o curso son consideradas horas de cursada presencial. Y es posible pensar una "nueva presencialidad" mediada por un sistema de videoconferencia. Podemos, ir un paso más, y pensar en una hibridación de los aprendizajes.
La hibridación se fundamenta en el reconocimiento de que el aprendizaje hoy ocurre en una ecología compleja que integra entornos presenciales y virtuales, formales e informales. Si las Instituciones actualmente son espacios donde lo digital atraviesa las prácticas, pareciera ser imprescindible pensar en una formación que no quede ajena a esos modos de conocer, comunicar y enseñar.
Enseñar hoy, implica mediar con lenguajes digitales, plataformas y formas de interacción complejas.
Nicholas Burbules (2014) reconoce 4 dimensiones que conforman un aprendizaje ubicuo: la espacial, la portabilidad, la interconexión y la temporalidad.
Abordar la hibridación supone, también, analizar el concepto de ubicuidad del aprendizaje, que alude a la expansión del acto educativo más allá de los marcos tradicionales del aula: aprendemos en múltiples tiempos y espacios, muchas veces mediados por tecnologías.
En cuanto a la temporalidad, Burbules hace referencia a “tiempos desplazados”, a experiencias sincrónicas conviviendo con asincrónicas que favorecen el aprendizaje permanente. Ambos casos, sincronía y asincronía, pueden estar mediatizados o no por tecnologías digitales. Por otra parte, el término espacio se refiere a la ubicación o entorno en el que se genera la interacción o actividad pedagógica.
En conclusión, contemplar la categoría presencial, en un aula física de clases, y la categoría virtual, es la manera de pensar y desarrollar hoy las actividades pedagógicas en un espacio mediatizado por alguna tecnología.