Chan (2000) plantea que las competencias comunicativas
necesarias para la educación a distancia son la expresión, la capacidad de
escucha y la interpretación, pues implican el esfuerzo por darse a entender y
por comprender al otro, en la complejidad y profundidad que ambas acciones
implican.
Es posible entonces inferir que las competencias comunicativas no
se reducen al manejo instrumental del lenguaje y tampoco de las tecnologías,
son conceptos integrales que abarcan el conjunto de conocimientos, habilidades,
actitudes y valores que permiten realizar una función específica.
En situaciones de enseñanza presencial, intervienen
múltiples mediadores del conocimiento, tales como la tiza, el pizarrón, los
manuales, libros, etc.; en tanto en una instancia no presencial, el entorno se
desmaterializa y pasa a ser una representación, un soporte para la
comunicación: la virtualidad posibilita estar con otros aunque no estén.
Nos preguntarnos:
¿Qué nuevo tipo de interacción permite a los
individuos ser parte de un mismo espacio y vinculándose allí con personas,
lugares y objetos a la distancia? ¿Cómo hacer para relacionarse sólo con
representaciones ya no dotadas de características “palpables”? (Halaban, 2010:
63).
Espacios sociales distintos implican también tipos
diferentes de mensajes. Por ello, los intercambios comunicativos implican usos
lingüísticos que deben ajustarse en cada caso, ya que, a pesar de ser virtuales
no dejan de ser espacios sociales, y por lo tanto, la producción discursiva de
cada participante estará condicionada por los roles, sentidos y contextos de
la situación comunicativa en cuestión.
Estar físicamente juntos en un aula posibilita
intervenir con opiniones, comentarios, réplicas, argumentaciones sobre el
contenido ¿Cómo se logra la participación en una modalidad virtual?
La participación se logra a través de espacios de
debate, sea leyendo y/o escribiendo. “Escribir” sería el equivalente de hablar
en una clase presencial, en tanto “leer” lo sería para con la actividad de
escuchar (Halaban, 2010:80).
Ser parte activa en estos espacios y redes digitales
requiere de un esfuerzo adicional en relación a las tareas en las instancias
presenciales. Asi, es necesario el feedback continuo tanto individual y
grupal por parte del profesor. Los alumnos necesitan orientación para el mejor
uso de los recursos, como el foro. También esperan recibir respuestas de
aquellos que publican desde el punto de vista de contenido.
Podemos decir entonces que, la posibilidad de generar un proceso de intercambio dependerá de la decisión de docentes y estudiantes de involucrarse con más tiempo y esfuerzo, lo cual implica disponibilidad para la lectura de los mensajes y la ilación de secuencias de interacciones
Creo que estamos transitando una etapa en el ámbito educativo universitario quizás oportuno para comenzar a generar estrategias de cambios profundos a nivel estructural en el mediano plazo. Aunque tal vez lo más conveniente sea poder comenzar desde el aula.
Dejo una pregunta, que también forma parte de una reflexión que vengo sosteniendo en estos últimos tiempos:
¿Es posible concluir que docentes y alumnos se sientan
más cómodos dentro del paradigma actual de la Universidad , en el que
los profesores continúan siendo los que “poseen” el conocimiento de la disciplina, mientras
que los alumnos pasivos, esperan incorporar los conocimientos más por el “peso”
de la repetición que por el de la construcción?
Fuente:
CHAN NUÑEZ, E. (2000) Entre la tecnofobia y la tecnofilia: el
desafío de una comunicación educativa. Revista La Tarea : Nuevas tecnologías en
educación. Nro. 12. Publicado en http://www.latarea.com.mx/indices/indice12.htm
HALAN, P. La
comunicación virtual en la educación a distancia. Ediciones Ciccus.
Argentina, 2010.